DESTINO: LA GESTIÓN SOCIAL DE LA ECONOMÍA

VALOR SOCIAL: UNA APORTACIÓN QUE EMPIEZA EN CADA PERSONA

La primera razón por la que cada persona debe plantearse su aportación de valor social puede no ser la primera que le motive, ni tan siquiera la primera con la que construya su argumentario. Conforme se profundiza en el sentido del valor social se tiene más claro que la primera razón es y debe ser la honestidad. Honestidad con uno mismo y con aquellas personas confiadas en que, de nuestro trabajo, fructifiquen resultados que aporten soluciones reales para todas las personas. Honestidad porque otras tantas necesidades por cubrir verán restringidos sus caminos al haber detraído recursos para llevar a cabo algo que estamos convencidos es importante. Nos podemos sorprender de lo difícil que nos resulta, en más de una ocasión, encontrar ni tan siquiera la honestidad con uno mismo.

No es esta, por ser la más importante, la única razón por la que se llega a evidenciar la necesidad de un conocimiento sobre el valor real de lo que aportamos a esta sociedad con nuestro trabajo. También llegamos cuando a la vez que honestos, queremos ser eficientes en nuestra gestión y ejecución. Vivimos en un mundo que se empeña en mostrarnos que es limitado y que el recurso que hoy se aplica aquí, en algún otro lugar no puede ser aplicado. La responsabilidad de la gestión de los recursos no sólo nos ha de llevar a generar beneficio social, sino que tienen que tener una aplicación más eficiente que cualquier otra en la que pudiera haber sido aplicado.

Son aún más las razones por las que necesitamos conocer el valor de aquello que aportamos. Necesitamos dar a conocer, visibilizar nuestro trabajo. Para ello es necesario tener un lenguaje que sea comprensible por y para cualquier persona y especialmente, por aquellas que queremos entiendan la importancia y necesidad de avanzar en las líneas de trabajo que estamos desarrollando. Pero, ¿cómo vamos a explicar qué estamos aportando si ni nosotros mismos lo sabemos? Hablamos de un nosotros tan extenso que nadie se escapa del mismo: ONG’s, administración, empresas, universidades, consumidores, sindicatos, ciudadanos … Todo actor de esta sociedad, lo quiera reconocer o no, es un actor social y debe aportar valor a la misma, valor social.

Más cerca nos resulta, por necesidad, el poder justificar ante un financiador el resultado de su inversión, aquello que ya se ha dado en llamar el SROI, tasa de retorno de la inversión social. Este indicador ni tan si quiera se ha intentado utilizar cuando se ha exigido la justificación del gasto de dinero proveniente de las administraciones y de las obras sociales de las cajas. Lo importante es que se lo haya gastado y no cuál ha sido su eficiencia. Incluso cuando se introducen indicadores de éxito, estos distan notablemente de reflejar dicha utilidad. No obstante, algún filántropo sí exige información sobre el retorno de la inversión con el ánimo de justificar ante los propietarios del capital la calidad de la inversión realizada. Esta es seguramente, la razón más extendida, que no la única ni la más importante pero cuanto menos, es un avance.

La pregunta nos la hemos hecho todos, o sería de esperar que así fuese:

¿Qué es lo que aporto a esta sociedad? ¿Cuál es mi valor social aportado, mi valor social añadido?

Si lo que hago es necesario y lo hago bien tendremos que poder seguir haciéndolo y si no es así debería dejar de utilizar recursos que otro no está pudiendo utilizar para llevar a cabo otras acciones que sean necesarias o sí sepa cómo ejecutarlas.

Deberíamos estar convencidos de lo que hacemos, de su utilidad y de la necesidad de continuar haciéndolo. Sabemos de muchas carencias que exigen reacciones de quienes puedan resolver, en una parte nosotros somos agentes sociales que podemos resolver algunas necesidades de terceros que hoy soportan un sistema injusto y excluyente. El fin es noble y en ocasiones parece justificarlo todo, o casi todo. Es cierto que los medios que utilizamos intentan no generar más daño, que incluso los hay que trabajamos bajo los criterios de una economía solidaria con su triple perspectiva social, medio-ambiental y económica. La cuestión es si además de eficaces, estamos siendo eficientes.

El valor social parece que es algo que mana de las fuentes de las ONGs y a lo más, de la administración pública. Nada más erróneo. Esta es otra razón de fondo por la que debemos conocer el valor social de nuestras acciones para transmitir no sólo las que nosotros podamos estar generando sino para enseñar a reconocer a toda la sociedad el valor social de sus acciones. No buscamos ninguna exclusiva como productores de valor social, al contrario. Hay que conocer y hay que reconocer en cada actor social su aportación.

Para devolver el sentido común a un sistema absolutamente desorientado vamos a tener que aprender a hablar en otros términos, trabajar de otras maneras y sobre todo, reconocernos como actores sociales todos y cada uno de los miembros de una sociedad cualquiera que esta sea. Una acción de cualquier actor tiene consecuencias sociales, medio-ambientales, culturales y económicas. El esfuerzo hoy, hay que ponerlo en alcanzar metodologías sencillas y correctas que nos ayuden a realizar ese reconocimiento sin necesidad de grandes sistemas de auditoría ni más farragosas homologaciones que además vuelven a consumir recursos escasos y necesitados. Corremos el peligro de que el dinero vuelva a terminar lejos de quien verdaderamente lo necesita.

En la sociedad cada uno tenemos nuestro papel, todos son importantes y necesarios. No todos los actores van a tener la necesidad de entrar en sistemas complejos de gestión para actuar de forma corresponsable, así ha estado ocurriendo hasta ahora. El consumidor doméstico no realiza los mismos procesos de elección que un ayuntamiento o que una empresa. De la misma manera, el conocimiento y reconocimiento del valor social no se ha de realizar de la misma manera por todos los actores. Debemos entrar en un proceso de generación de conocimiento y posterior expansión de forma que facilite a cada actor social las herramientas necesarias para ser pro-activos y partícipes en la producción global de valor social. Este valor es además, un componente natural y necesario en un modelo realmente sostenible de la economía. El resultado de este esfuerzo será el conocimiento del ciclo de valor social y su gestión. Un ciclo que es necesario para una explicación real y cierta de la evolución de una sociedad, los parámetros utilizados comúnmente atienden a resultados económico-financieros exclusivamente y cada vez se muestran menos útiles como indicadores de la realidad de las sociedades.

El ciclo de valor social completará la construcción de un nuevo modelo económico en el que todos sus partícipes suman el aporte social y el medio-ambiental al económico-financiero siendo este último, el que hasta ahora parecía ser el único. El conocimiento, reconocimiento, valoración, valorización recuperación del valor social para ser reintroducido en el sistema de generación configura el ciclo que suma y explica un ciclo económico real e integral.

Un dominio sobre el ciclo de valor social como parte del modelo económico vigente, nos hará desembocar en la gestión social de la economía. Este paso, complejo pero no imposible, acompañará el esfuerzo de muchas personas que en todo el mundo hoy están trabajando por una nueva economía social y solidaria.

La GESTIÓN SOCIAL DE LA ECONOMÍA es la meta que debemos alcanzar en el largo plazo para poder hablar de un cambio social significativo y suficiente que garantice a todas las personas un lugar digno en este mundo.

ES NUESTRO OBJETIVO, EL DE TODOS

NITTÚA

Núria González García

Raúl Contreras Comeche

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