Parece que empecemos negando la mayor, “El mercado no funciona” y así es. Tenemos la claridad de la incapacidad del mercado para recoger el encuentro entre la demanda y la oferta de los valores no financieros. El valor social y el medioambiental no han entrado nunca en el mercado tal y como hubieran requerido las necesidades no cubiertas. Cuando alguno de estos valores ha entrado en mercado es porque se ha reconstruido su naturaleza adaptándola a un mercado financiero y especulativo. Hoy la captura del CO2 tiene un mercado pero no parte del valor de esta captura sino del juego de intereses financieros que están muy lejos del cuidado del planeta. La economía de los cuidados está mayoritariamente fuera de mercado, y como con el CO2, cuando entra lo hace lejos del fundamento de la necesidad que lo provoca. Cuidar a nuestros mayores se vende a tanto la bata y no por un indice de la felicidad de nuestros padres o abuelos.
Con la irrupción de las tecnologías de la comunicación y la gestión del conocimiento el mercado se vuelve a perder. No sabe como gestionar el conocimiento libre, por ejemplo. No entiende que se pueda crear valor reduciendo el uso de recursos en lugar de aumentándolo, que es lo que se lleva haciendo desde la primera revolución industrial. Introducir la comunidad, lo colectivo, en la ecuación lleva a compartir, a cooperar, a trabajar con otras variables que el mercado debe resolver y no está sabiendo hacerlo. Como en los ejemplos anteriores, vuelve a abandonar el valor de origen y termina convirtiendo la cooperación en una auto-explotación en beneficio del capital financiero. Lo bautiza de colaborativo y cree haber introducido en el mercado sus valores cuando lo que realmente ha hecho es perderlos todos. Este avance tecnológico que aporta básicamente incremento en la eficiencia, crea valores que surgen de la aportación de recursos intangibles sobre los que no es fácil jugar en un mercado cuya regla principal es conseguir el mayor margen entre la compra y la venta. Es así hasta el punto en el que un buen negocio es aquel en el que se venda cualquier cosa con un buen margen sobre la compra, exista o no el objeto o la necesidad.
Cuando tenemos la claridad de que los valores sociales y ambientales no entran en el mercado, de forma mayoritaria, y los valores derivados del conocimiento se van quedando también fuera, no parece ninguna locura preguntarse ¿Qué le pasa a este mercado que no valora que eduque a mis hijos, que una comunidad comparta recursos o cuide la reproducción del sistema?
Que está obsoleto. Y seguramente lo está, aun no siendo yo un defensor de que el mercado lo arregla todo, porque está tan absolutamente intervenido en la defensa de los intereses de unos pocos que es incapaz de reaccionar a los cambios reales que se están dando. La intervención salvaje del mercado deja en manos de quienes lo intervienen el ir girando su funcionamiento para que aporte respuestas viables y sostenibles a la nueva evidencia de la demanda. Lo cierto es que, en el caso de que lo estén intentando no aciertan en la respuesta, o quizá no quieren acertar. Aun teniendo claro que el mercado no es solución para todo, creo que aportaría una solución mucho más acertada que la que están dando los que intervienen el mismo.
La realidad es tozuda y no cabe duda que los valores, todos ellos, van a entrar en la ecuación porque son los que reflejan fielmente los deseos y necesidades de las personas, del planeta, de la vida. En este camino nos encontramos claras llamadas de atención que surgen de sectores concretos buscando se reconozca uno o varios valores excluidos. El resultado son numerosas economías con apellidos: circular, solidaria, colaborativa, feminista, verde, azul,…. Adjetivos que se van poniendo junto al sustantivo ECONOMÍA intentando dejar una hoja de ruta que mejore el punto de partida.
El cambio que se está produciendo, y que muchos pocos vamos forzando, tiene que dejar de poner adjetivos a un sustantivo que parece escaparse de todos los cambios. Debemos situar junto a éste otro sustantivo que sea de rango mayor, el origen y destino de las acciones, creando una relación de servicio del primero, la economía, al segundo LA VIDA.
Nos situamos en una ECONOMÍA PARA LA VIDA. Algo que ya conocemos y que se refuerza desde la comprensión de la Deconstrucción de la Economía.
Raúl Contreras
NITTÚA