Poner la economía al servicio de la vida. Tantas personas que compartimos este propósito y lo complicado que resulta en ocasiones explicar qué decimos con estas palabras. Aun así hay ocasiones en las que, al revés, es imposible que la vida no sea la mayor evidencia para todas las personas que nos escuchan. Este es el caso del agua. El agua es vida. Hablar del agua sin hacerlo de la vida es imposible, ni aunque sea desde el espacio económico.
Teniendo esto claro, ¿cómo puede ser que la estemos perdiendo, contaminando, infrautilizando…? No tiene sentido desde ninguna de las miradas posibles, tampoco la económica.
Deberíamos estar vigilantes del uso del agua y de su ciclo. Entre otros se utiliza con derroche en la agroindustria, se privatiza en las embotelladoras, se contamina en el textil, se utiliza en las hidráulicas, se consume en gran cantidad para refrigerar procesos industriales… en lugar de reducir el consumo, reutilizar aguas residuales o incrementar el aporte a los acuíferos.
Siendo todo importante, hablar del aporte a los acuíferos es sin lugar a duda alguna hablar, aún más si cabe, de la vida. Durante siglos el cuidado del suelo es un claro responsable del llenado de los acuíferos. Este cuidado se ha realizado desde el medio rural posibilitando, de esta manera, la continuidad de su forma de vida en comunión con el medio. Así aseguraban las cosechas, la salud de los bosques, el mantenimiento del ganado y un medio de vida para tantas poblaciones que allí habitan.
Tenemos problemas de escasez de agua, en algunos sitios sequía, exceso de emisiones de CO2 y pérdida de biodiversidad. ¿No habría que cuidar los suelos? Pero, ¿dónde están aquellos custodios del suelo? El medio rural se despuebla desde hace décadas mientras en paralelo es ocupado por el gran capital, quien obtiene altos rendimientos financieros por la caída del valor de mercado del medio rural y un uso extractivo del mismo.
En este contexto necesitamos invertir la situación y una eficaz forma de reversión pasaría por reconocer el valor económico que el cuidado del suelo aporta y ha aportado siempre. Dentro de un modelo como el actual no parece tener sentido que un aporte vital como el cuidado del suelo no obtenga un retorno económico. Retorno que incentive esta actividad invirtiendo su tendencia al abandono e incluso convirtiéndose en una actividad de llamada a la vuelta al medio rural. Retorno que es también recuperación de las economías locales del medio rural frente a las pérdidas provocadas por la acción financiera de los fondos de inversión.
La ciencia valida la propuesta de la filtración de agua desde el cuidado del suelo. La economía, como herramienta, sabe generar retornos sobre un bien o servicio que cubre una necesidad. La demanda crece y la oferta se reduce. La voluntad es firme en defensa de la vida, de las personas y demás seres del planeta. Todo ello nos posiciona en una propuesta que ahorre en el consumo, reduzca la contaminación, reutilice aguas residuales y, en especial, facilite la filtración del agua para el llenado de los acuíferos.
Pasar de un no mercado al mercado, la filtración de agua, es un arduo trabajo que tendrá que contar con todos los agentes sociales del bioterritorio. Nos ofrece como contrapartida: la mejora en el suministro de agua, la captación de CO2 y el incremento de la biodiversidad, a la vez que aportará un balón
de oxígeno a las economías locales del medio rural.
NITTÚA
Raúl Contreras
a
Artículo publicado en la revista SEAE nº 53