LAS SOLUCIONES COMIENZAN EN LAS CAUSAS

Es imposible ignorar la sensación de vacío que deja la falta de un análisis profundo sobre las causas de la catástrofe que ha golpeado con tanta fuerza a nuestra tierra, Valencia. Las consecuencias están ahí, son palpables y devastadoras, y es crucial atenderlas con toda la rapidez y la integridad necesarias. Pero no basta. Reconocemos la ausencia de la evaluación e identificación de las causas de la catástrofe. No podemos seguir dejando de lado la raíz del problema, como si las tormentas más violentas de las últimas décadas y los destrozos masivos que ocasionan fueran tan solo una cuestión de mala suerte. Si no ponemos el foco en las causas, las estudiamos, evaluamos y medimos, no solo estamos destinadas a repetir esta tragedia, sino a vivirla con mayor crudeza en el futuro.

Cuando evaluamos un desastre como la DANA, no se trata solo de diagnosticar la situación actual. Ese ejercicio, aunque necesario, no nos prepara para un futuro mejor. Evaluar las causas implica mirar más allá, cuestionarnos qué falló antes, durante y después del fenómeno. Ciertamente tenemos muchas dudas razonables y nos quedan muchas preguntas por responder, como:

– ¿Cómo influye la invasión del hormigón sobre el suelo natural, minimizando la capacidad de respuesta de los ecosistemas?

– ¿Por qué seguimos construyendo viviendas y servicios públicos y polígonos industriales en zonas inundables, pese a las advertencias de expertos?

– ¿Qué papel juegan las condiciones de los suelos agrícolas y forestales en las cuencas altas?

– ¿Qué nos dicen los puentes centenarios que resisten mientras los nuevos ceden ante las mismas aguas?

– ¿Estamos abandonando el significado del SERVICIO PÚBLICO?

– ¿Cuánto desconocemos todavía sobre las reacciones e instintos de las personas ante escenarios de alto riesgo?

– ¿Qué hubiera pasado si la situación de todos estos elementos hubiera sido otra?

– Y, quizá más importante aún: ¿por qué la defensa de herramientas y modelos económicos desenfrenados parece tener más peso que la defensa de la vida misma?

Responder a estas preguntas no es solo una tarea sobre el papel. Es nuestra responsabilidad como sociedad y como individuos. Sin embargo, este análisis no puede quedarse a nivel técnico o local. También debemos elevar la mirada y preguntarnos cómo las decisiones políticas y económicas han construido este escenario de riesgo extremo. El fenómeno del calentamiento global avanza con una certeza cada vez más abrumadora, mientras dejamos de lado las acciones necesarias para enfrentarlo. La polarización social ha generado guetos vulnerables, y las desigualdades hacen más daño aún cuando chocan con desastres climáticos. ¿Por qué hemos permitido el abandono del medio rural, el auge de infraestructuras insostenibles o el dominio absoluto de la movilidad individual sobre alternativas colectivas y verdes?

Mirar hacia otro lado sería irresponsable. Es momento de reconocernos como agentes de cambio. Tenemos el poder real de transformar esta realidad cuando confiamos en nuestras capacidades colectivas. Desde esta confianza podemos poner nuestras energías en cambios sistémicos, construyendo redes de resiliencia en todos los niveles: desde la regeneración de nuestros ecosistemas hasta la transformación de los mercados en espacios justos y sostenibles, mercados que dejen de ser los dueños de las vidas y vuelvan a ser un facilitador del encuentro y el intercambio. Podemos mantener un consumo justo y sostenible Podemos dejar de financiar, con cada compra que hacemos, a quienes alimentan un sistema que perpetúa desigualdades y desastres.

Urgimos a quienes toman decisiones políticas y económicas a hacerlo integrando los beneficios y los costes sociales y ambientales como única forma de acertar en sus acciones. No hacerlo perpetúa una economía que prioriza los beneficios insaciables de una minoría sobre las vidas y el bienestar de la mayoría. Esa «economía del egoísmo» puede y debe ser reemplazada por una donde las decisiones se construyan en el beneficio mutuo y la justicia intergeneracional.

Solamente cuando trabajemos desde abajo, entendiendo las realidades sobre el terreno, pero también desde arriba, con un cambio en las estructuras, podremos acercarnos a la erradicación verdadera de estas causas. Valencia no puede esperar. Tampoco el planeta. El cambio empieza ahora, desde la confianza y la acción conjunta.

Raúl Contreras
NITTÚA

1 comentario sobre «LAS SOLUCIONES COMIENZAN EN LAS CAUSAS»

  1. Un análisis muy profundo. Gracias. Aún que lo heces para la situación desafortunada vivida en Valencia, tus palabras pueden ser aplicadas a todo contexto al rededor del mundo.
    Mi compromiso: No seguir contribuyendo con decisiones de compra erráticas que fomenten aún más estas carreras sin sentido por el poder y el lucro personal, pasando, sin cuidado, por encima del bienestar de tod@s. Y fomentar el estudio sobre lo que si ha funcionado, como ejemplo, los puentes resilientes que han soportado las inclemencias del tiempo, o los bosques y sistemas altos que siguen en pie en su misión de darnos vida.

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